miércoles, 10 de enero de 2018

Los sistemas simbólicos y sus operaciones


La primera infancia es un periodo de aprendizaje y uso de los sistemas simbólicos. Estos últimos, son dispositivos que influyen en la mente, en el dominio de sí mismo y en el conocimiento de la realidad. Bruner los denominó “caja de herramientas” y Gardner los considera un “logro universal de la edad preescolar”. El lenguaje desempeña un papel preponderante, pero no se puede desconocer la relevancia de los otros sistemas, como el arte en sus diversas formas, por ejemplo. En esta oportunidad nos ocuparemos del lenguaje.

Pero, ¿qué es un instrumento de conocimiento? ¿Qué es una operación mental? La pedagogía histórico-cultural (Vygotsky) nos enseña que la conducta del ser humano se despliega con base en dos clases de herramientas –y que todos los actos del ser humano se convierten en una operación intelectual–. Por un lado, están las herramientas materiales y, por otro, los instrumentos psicológicos, dos dispositivos que se aprenden y desarrollan, se cultivan bajo la tutela del docente y el esfuerzo infantil, y potencian el pensamiento y el talento del niño. La primera de ellas, desemboca en el aprendizaje del manejo del computador y el lápiz; y la segunda en la asimilación de las palabras y su utilización. 

La palabra y sus funciones

Función designativa

La palabra es una imagen-signo, autónoma, que designa objetos (perro), acciones (correr), cualidades (blanco) y relaciones entre ellos (dentro-fuera); cumple una función representativa, de sustitución del objeto; siempre se dirige hacia afuera, a un objeto determinado. 

Función significativa

Derivado de lo anterior, la palabra abstrae, analiza y generaliza los objetos. Tomemos por caso la palabra mesa. 

Con base en la abstracción, libera al objeto del contexto práctico, quedando de ella solo la representación mental. 

En cuanto al análisis, la palabra le permite al niño establecer diferentes cualidades del objeto, sean secundarias o esenciales: en el caso de la mesa, lo primordial es que sea una tarima sobre la cual se pueda escribir, almorzar o trabajar. 

En relación con la generalización, quiere decir que todos los objetos que cumplen esa característica esencial, a pesar de algunas particularidades, se incluyen dentro del concepto mesa. Por ejemplo, puede ser verde, roja, redonda, cuadrada, de tres patas o de cuatro, siempre ese objeto se incluirá dentro del concepto mesa, a condición de que conserve la característica designada por este vocablo. 

La palabra no es solo instrumento del pensamiento, sino medio de comunicación. A través de ella, el niño transmite su experiencia y asimila la de otros. 

Todo lo precedente deja ver la importancia del aprendizaje de las palabras en la edad preescolar, como célula fundamental del pensamiento y la comunicación. 

Las dos funciones de la palabra que hemos estudiado: la designación objetal y el significado, se desarrollan cambiando la estructura mental del niño. La edad preescolar es apenas el punto de partida del desenvolvimiento cognitivo del ser humano.

Universo triplicado

Enorme es el salto que da el niño que aprende el lenguaje, su mente se triplica, “el niño se ve enfrentado, no ya como antes únicamente con el universo físico, sino también con dos mundos nuevos, estrechamente solidarios: el mundo social y el de la representaciones interiores” (Piaget). Abre la posibilidad al niño de operar mentalmente con objetos, aun en su ausencia; permite la comunicación con todos los miembros de la sociedad y explicar sus acciones; reconstruir el pasado y anticipar acciones futuras.

En suma, el conjunto de estas posibilidades llevadas a cabo voluntariamente, “constituye la principal conquista que obtiene el hombre con el lenguaje” (Luria). Nace el pensamiento. 

Con toda razón, la teoría del conocimiento y la psicología moderna, consideran la “representación mental” el punto central de la nueva revolución cognitiva (Gardner).

Percepción del mundo infantil

Concebimos al niño en interacción con la realidad, y su conocimiento, como una semilla que apenas empieza a brotar. El mundo que lo rodea se refleja en su mente como un conglomerado difuso que desconoce.

Cuando ignoramos las leyes que rigen el entorno actuamos ciegamente imponiendo nuestra percepción personal. Hemos visto muchas veces a un niño llorar porque no puede sacar un juguete de una caja; o botar al piso un frasco para sacar lo que tiene dentro, por la imposibilidad de abrir adecuadamente el recipiente. Estos actos arbitrarios basados en el desconocimiento, son los orígenes del pensamiento sincrético.

Operar con herramientas materiales amplía el potencial intelectual del niño: toma conciencia de la realidad, de su existencia objetiva y de sus propiedades; y cuando aprende a modificar los objetos, se modifica a sí mismo. Recortar un dibujo en varias partes con una tijera, para construir un rompecabezas, es todo un evento de transformación de la realidad y de sí mimo. 

Los múltiples ejercicios con diferentes instrumentos, crean la posibilidad en el niño de anticipar y planificar sus acciones materiales, que luego, junto a la palabra naciente, estructuran el pensamiento conceptual. El manejo de herramientas lleva al niño a una mejor percepción de la realidad. 

Algunos pensadores estiman que el punto de partida de la percepción del niño es ver el mundo fragmentado, como una sumatoria de objetos aislados y dispersos, y que poco a poco con la experiencia el niño los va agrupando. En contraste, para Vygotsky “el niño de temprana edad percibe el mundo sincréticamente, en grupos o situaciones enteras”. 

Este sincretismo también lo observamos en los pequeños cuando agrupan fichas sin tener en cuenta los atributos externos, cuando los juntan indiscriminadamente en torres o filas sin ningún parámetro. Es una intención subjetiva lo que orienta el agrupamiento, sin considerar las relaciones objetivas. 

Una vez que el párvulo asimila la palabra, inicia el proceso de análisis y desglose del entorno sincrético. Designar verbalmente un objeto significa separarlo del globo y destacar uno solo, pasando de una imagen difusa a una imagen singular y concreta. 

Y como lo explica Piaget, “cuando percibimos una casa no veo primero el color de una teja, su tamaño, una chimenea, etc., y finalmente la casa. Percibo inicialmente la casa como forma, como un todo y solamente después paso al análisis del detalle”, apoyándome en la palabra. 

Destacamos aquí, cómo el lenguaje reorganiza la inteligencia sincrética transformándola en pensamiento. Con soporte en la palabra, el niño identifica las diferentes partes de un objeto (todo-parte), las agrupa a partir de sus atributos (clasificación) y las puede ordenar cuantitativamente (seriación). 

Operaciones y preoperaciones

Los conocimientos no derivan solo de la percepción, sino también de las acciones modificadoras que se realizan sobre ellas. 

No se conoce a los objetos más que actuando sobre ellos y produciendo en ellos alguna transformación. Por ejemplo, las operaciones lógicas de clasificación o seriación, consisten en producir colecciones o un cierto orden de sucesión mediante objetos cuyas propiedades se utilizan a este respecto (Piaget). 

Y este debe ser un principio cognitivo constante, en todos los procesos de aprendizaje. 

Antes de entrar a ver las distintas formas de operar, determinemos si realmente el niño preescolar opera o no con palabras. En realidad, el niño preescolar no opera con palabras en sentido piagetiano, solo llega a una etapa preoperatoria. ¿Por qué? Porque la operación mental implica el proceso reversible. Por ejemplo, el niño preescolar comprende y asimila relaciones espaciales como dentro-fuera, arriba-abajo, como absolutas. No puede comprender la relatividad de las relaciones, pues lo que está abajo depende del punto de relación; lo que está arriba también puede considerarse como estar abajo; lo grande y lo pequeño también obedecen al punto referente, de tal manera que todos los objetos pueden ser o no a su vez grandes o pequeños. 

Estas relaciones reversibles, dialécticas, no son accesibles al niño preescolar, este solo es capaz de relaciones absolutas, metafísicas. Se necesitan unos años más para la formación de auténticas operaciones en el ámbito práctico. Y otros años más para las operaciones lógico-formales. En síntesis, el niño preescolar no ejecuta operaciones mentales sino preoperaciones. 

Detrás de cada operación mental subyace la capacidad de relacionar. La inteligencia y el pensamiento no consisten en otra cosa que en relacionar palabras, medio y fines, encaminados a la resolución de problemas. Pasemos a ver algunos modos de operar con las palabras. 

Codificar-decodificar

La palabra codifica un objeto, una acción o una relación, cuando les designa un nombre y los reúne en un determinado sistema. Dicho de otra manera, “la palabra codifica nuestra experiencia, en un sistema autónomo que puede ser comprendido incluso cuando no se conoce la situación” (Luria). Y decodificar implica el proceso contrario, comprender los sistemas elaborados por terceros. 

Semejanzas, diferencias, clasificaciones y seriación

No sobra repetirlo, la forma de asimilar conocimientos y comprender la realidad se asocia con las diversas acciones que el niño puede ejercer sobre los objetos, sea formando colecciones o seriando. Me queda por añadir que en el proceso de formación de las operaciones existen dos niveles: (i) las relaciones que se establecen entre objetos de manera perceptual, con base en sus atributos y (ii) las que se efectúan en el ámbito abstracto, utilizando el lenguaje verbal. Dos momentos en la conquista del pensamiento. 

Veámoslo. En un universo de figuras geométricas, le solicitamos al niño que seleccione las figuras semejantes, le entregamos un triángulo, varios cuadrados y un rectángulo. El niño preescolar toma las figuras cuadradas y excluye el resto. Refiriéndose a los cuadrados, dice, “estas son iguales”, teniendo en cuenta la forma. Y de un grupo de varias figuras circulares y una triangular, le pedimos que escoja la diferente, el niño rápidamente selecciona el triángulo. 

Entonces, ¿qué está por fuera de las posibilidades del pensamiento? Fijar semejanzas y diferencias en el plano abstracto. Por caso, el párvulo no puede incluir dentro del concepto mueble, las palabras mesa, armario y silla y excluir lámpara, pues esta operación comporta abstracción, generalización y jerarquía. En cuanto a las diferencias, el niño no puede determinar que el caballo es un mamífero y el pájaro un ave. Pero sí logra con gran facilidad precisar la diferencia tratándose de operaciones lógicas concretas. Dirá que el caballo corre y el pájaro vuela; uno tiene alas y el otro patas. 

La clasificación como operación, distinta a las agrupaciones, conlleva establecer disimilitudes y semejanzas, con base en el pensamiento lógico verbal. Por ejemplo, dentro de un universo de frutas y verduras, para ser clasificadas, utilizamos abstracciones, así: tanto las frutas como las verduras provienen de plantas, se pueden consumir y son alimentos. Las diferencias: las frutas contienen la semilla de la planta y ocupan un papel importante en la reproducción; las verduras no son portadoras de semilla. Son plantas o partes de ella y son comestibles. 

Como se observa, es una reflexión abstracta, propia de un joven escolar que emplea conceptos como planta, semilla, tallo, alimentos y consumo. Por el contrario, un niño preescolar dirá que “las frutas son las que me gustan y la verduras las feas”. Es una agrupación emocional. Por supuesto que podrá señalar otras diferencias, pero todas se limitarán al medio perceptual. 

Así pues, el niño preescolar se mueve en un entorno práctico e intuitivo y el pensamiento abstracto es una zona de desarrollo próxima que logra más adelante. 

Brevemente, la seriación como operación consiste en agrupar diversos objetos de acuerdo con sus atributos cuantitativos, o sea, ordenar por tamaño, grosor, tono de colores o altura, siguiendo un orden determinado. Clasificar y seriar son las estructuras lógicas más significativas del periodo preescolar. 

Para resumir, los instrumentos de pensamiento y su utilización, en este caso el lenguaje, son el núcleo fundamental del desarrollo infantil. No solo comprendemos la realidad a través de las percepciones, también actuando sobre los objetos produciendo en ellos algunos cambios, sea clasificando o seriando. Estas operaciones al ser transferibles a otros entornos generan comprensión. La edad preescolar es un periodo de aprestamiento y transición, para dar el salto del pensamiento intuitivo a las formas superiores del pensamiento abstracto. 

No cabe duda de que el contenido del currículo preescolar debe estar direccionado por el aprendizaje de los sistemas simbólicos y en particular, por el lenguaje. El concepto es el elemento básico del pensamiento y sus orígenes se remontan a la edad preescolar.


Eduardo Salazar Varón

edusalazar56@gmail.com

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