lunes, 28 de agosto de 2017

Física experimental para niños



Ni la conjunción de las fuerzas de gravedad y electromagnética supera el poder del amor. El conocimiento de estas solo es posible mediante la entrega a la verdad y la pasión por la sabiduría. Ciencia y amor están íntimamente ligados; de este hecho, la historia nos ilustra con múltiples ejemplos sobre aquellos que por una profunda consagración a la humanidad dedicaron su vida al progreso del conocimiento científico, a pesar de las penas y las dificultades que vivieron. Casos como el de Galileo Galilei, quien fue casi enviado a la hoguera por sus conceptos, Thomas Alva Edison,
que inventó la bombilla después de miles de intentos, o el del colombiano Manuel Elkin Patarroyo, quien decidió donar la vacuna contra la malaria a la humanidad, son ejemplos de científicos que dedicaron sus vidas al servicio, demostrando que la ciencia se convierte en sabiduría únicamente cuando es canalizada a través del amor.


La física experimental desarrolla la inteligencia infantil e implica el pensamiento científico; la curiosidad, innata en el niño, debe transformarse en capacidad investigativa para conducirlo del asombro ante el hecho experimental a la pregunta causal. 

Un experimento físico confirma o niega una hipótesis o posible respuesta que nos hemos planteado como explicación de un fenómeno. Experimentando, el párvulo internaliza la idea de perfeccionar sus conocimientos sobre los fenómenos con la práctica. Iniciarlo en esta actividad es educarlo en la esencia de la formación científica. 

El infante, un día en forma espontánea, luego racionalmente y después de manera intuitiva, pero en un nuevo nivel, empleará la práctica no solo como instrumento para asimilar el medio que lo rodea, sino para construir y modificar su pensamiento. 

Uno de los objetivos de la educación debe ser el enseñar a no tener miedo a fallar, a sentir que las frustraciones son algo natural y hasta necesarias en el proceso experimental, a encontrar el regalo que nos trae la equivocación sin que nuestra autoestima se resienta; el error y la autocorrección son pilares en la estructuración del conocimiento. 

Por medio de la educación pretendemos la formación integral y parte importante de ella es la potencialización de estructuras cognitivas. Estas pueden ser reforzadas en una labor conjunta que conlleve el propio trabajo del niño, si este se entrega al estudio con motivación, constancia y discernimiento; y del educador, si crea los medios apropiados para esta construcción, dejando participar activamente al pequeño para llevarlo a generalizar, abstraer y complejizar sus vivencias, alejando su pensamiento cada vez más del referente concreto. El experimento es una forma elevada de relacionar la teoría y la práctica. Encierra el principio fundamental del aprendizaje, que la cultura oriental sintetizó en esta máxima: 

Cuando lo oigo lo olvido. 
Cuando lo veo lo recuerdo. 
Cuando lo hago lo aprendo. 

El encuentro de una verdad es un problema que conjuga la dinámica práctica, la reflexión teórica y el conocimiento intuitivo. 

Al experimentar se desarrolla la capacidad de observación, imprescindible en la formación del pensamiento. Vemos, pero no observamos. Observar consiste en identificar los diferentes elementos de un fenómeno en transformación. 

Un experimento expresa un nivel de comprensión del hombre sobre la naturaleza y permite la modificación de sus procesos de pensamiento; le enseña que el universo siempre está en movimiento, que nace y perece, que todo fluye, refluye y muda. Al pensamiento, como reflejo del universo, le son aplicables estas leyes. 

Los procesos de la vida y el conocimiento son impulsados por la fuerza de elementos alternantes y complementarios, como ritmos que generan un equilibrio dinámico, en movimiento. Así como la energía positiva requiere de la negativa para crear un flujo de corriente eléctrica, la mente necesita del sentimiento y la motivación para crear el pensamiento. Por esta razón, los ejercicios físicos deben desarrollarse en situaciones complementarias; lo blanco lo captamos solo en relación con lo negro, como escalas de gradación y referencia; lo aparentemente bueno, lo entendemos en el contexto de lo relativamente malo. En las teorías de la psicología infantil, el contraste se denomina reversibilidad. 

Los experimentos no deben quedarse en el ámbito de las prácticas mediatas: aunque implican el despliegue de una inteligencia concreta deben apuntar hacia la formación o el afianzamiento de diferentes funciones y operaciones cognitivas, especialmente, la formación de pensamiento tanto inductivo como hipotético-deductivo, de tal manera, los experimentos toman una nueva dimensión cuando el niño logra hacer una deducción, una generalización o piensa en nuevas hipótesis. 

Teniendo en cuenta que el ser humano no conoce por completo las relaciones y leyes que rigen el movimiento del universo, retoma el axioma: “como es arriba es abajo, como es adentro es afuera” y al reflexionar sobre su experiencia práctica deduce que es un sistema organizado, regido por leyes para poder abrirse al camino de la comprensión en medio del caos y la complejidad. Esta idea la transmitimos al niño con los experimentos, haciendo notar que los fenómenos se constituyen de elementos que no están aislados, que el conjunto del fenómeno es un resultado de la interrelación de elementos, que al variar uno de ello el hecho se transforma; cuando volvemos al experimento, manteniendo los componentes en su misma proporción y relación, y la práctica bajo las mismas condiciones, por lo general esperamos obtener el mismo resultado. 

El infante no tiene aún la conciencia para preguntarse de dónde viene o la razón de su existencia. Frente a esto caben varias preguntas: ¿cómo va a asumir la vida? ¿Cuál será su actitud? ¿Será un espectador más en la historia humana o participará proactivamente en ella? Esta actitud activa pretende incitar al niño a hacer interrogaciones, a asombrarse frente a los fenómenos, a la búsqueda de respuestas, en fin, a motivarlo para que actúe, para que indague por la vida, pues el ser humano debe ser el protagonista principal de su existencia y la física experimental puede ser un buen medio para lograr en gran parte tales objetivos. 

Un experimento científico es una práctica exclusiva del hombre, que demuestra su asombro y necesidad de comprensión ante la naturaleza. Como ejercicio de nuestra capacidad de abstracción, consiste en sacar del contexto natural un fenómeno y reproducirlo en otro lugar. Es algo así como cuando un niño juega a la familia o a los vaqueros; valiéndose de su capacidad de representación, el pequeño disfruta de un hecho fuera de su contexto real generando una actitud transformadora y activa frente a su propia realidad. Es evidente que una actitud netamente pasiva dificulta el aprendizaje; una actitud activa, al mismo tiempo que reflexiva y atenta crea las mejores condiciones para construir el pensamiento científico. El hecho de incluir en el léxico del niño la palabra experimento como elemento significativo, es un paso muy valioso. 

Sentí alegría cuando una niña al regreso de sus vacaciones me dijo: “Eduardo... estuve haciendo experimentos en vacaciones. Tomé un balde con agua y eché mis muñecas dentro, y ¿sabes qué?... ¡Flotaron!, luego las empujé con la mano y se hundieron, y después las solté y flotaron, ¿cómo te pareció?’’. 

Pensé que habíamos ganado mucho. La pequeña tenía una actitud nueva, sus vacaciones y la vida en general no le eran indiferentes, tenían significado y ella quería comprenderlo. 

Con el transcurso del tiempo las relaciones al interior de las familias están mostrando cambios sustanciales, en un proceso cada vez más acelerado. Fue emocionante cuando un amigo me manifestó que en vacaciones le había tocado ponerse a estudiar. 

─¿Y eso por qué? ─Pregunté. 

─Pues cómo te parece que mis hijos me propusieron participar en sus experimentos. Fue tal la motivación que opté por comprar textos, estudiarlos y hacer los ensayos con ellos. ─Me respondió. 

La educación de los niños termina transformando a los padres, con el efecto de una bola de nieve, pues para quien sabe aprender, no hay mejores maestros de la vida que los pequeños. 

No podemos alejar a los niños de la realidad que plantea el entorno en que viven. Si tomamos el caso de la televisión nos damos cuenta de su influyente presencia. Es difícil pensar en prescindir de ella en la casa o tenerla apagada. Esto nos preocupa como padres, pero no se trata de eliminar esta tecnología del hogar. Lo esencial es cambiar nuestra actitud frente a este medio de transmisión de imágenes, canalizando su influencia y seleccionando los contenidos en lo posible. 

Vi que era posible, cuando una mamá me comentó que su hijo no solo estaba mirando televisión de manera receptiva: “Se aproximaba a la pantalla muy cerca, miraba por las rendijas, seguía con detenimiento el cable de conexión, y muy serio me preguntaba: ─mami, ¿cómo funciona el televisor y cómo hace para guardar tantos animales y señores en la pantalla?”. Aquí hay un receptor substancialmente diferente, que cuestiona lo que ve. 

Por otra parte, la lectura de la autobiografía de Darwin, que recomiendo especialmente, ilustra la importancia de desarrollar la capacidad de observación. Esta se educa. El naturalista justificó gran parte de sus descubrimientos científicos a esta cualidad, en la que hacemos énfasis: 

Mi éxito como hombre de ciencia, se debe a mi pasión por la ciencia, paciencia ilimitada para reflexionar largamente sobre cualquier tema, laboriosidad en la observación y recolección de datos . (Darwin 1993. pág. 93).

Detrás de la inocencia de la pregunta está la indagación por la causa de los fenómenos físicos. ¡Cuántos hechos maravillosos pasan desapercibidos para nosotros porque nunca los indagamos! Preguntarse por la química de los procesos de cocina, por la forma en que el agua llega a nuestra ducha, por lo que pasa cuando nos da gripa, detenernos en entender minuciosamente cómo aprendimos a caminar… es aprender a ver detrás de la apariencia, pues la esencia de los fenómenos aparece bajo el lente de nuestra imaginación, y tiende a ser una pareja coqueta y vaporosa para aquellos que no comprometen su vida en buscarla. 

Al observar el fenómeno óptico producido al introducir un lápiz en un vaso con agua o al otear el horizonte y hacernos la idea de una tierra plana nos damos cuenta de que muchas veces la confianza única en los sentidos y los sentimientos no nos permite la objetividad racional. El experimento desarrolla el pensamiento, con actividades basadas en el tanteo, el ensayo y el error para llegar a formas más elaboradas de razonamiento. 

¿Por qué hacemos énfasis en el pensamiento científico? Porque vivimos en una época de grandes y acelerados avances. La ciencia y la tecnología cubren todos los ámbitos de la vida, aportando, cuando se utilizan de manera positiva, la posibilidad de grandes beneficios a la especie humana: longevidad, alimentos abundantes, bienestar; juntas intentan cualificar la supervivencia en el planeta y servir de referentes ante las corrientes de pensamiento especulativas o basadas en creencias míticas. 

Es fundamental considerar que el proceso educativo es gradual, y no pretendemos que el niño entre dos y medio y cuatro años haga interrogantes causales, pues no es su necesidad. Los niños por lo común no se hacen preguntas como: ¿por qué el imán atrae a los cuerpos metálicos y no a los de plástico? A esta edad, el menor se asombra, siente curiosidad, se ‘encarreta’ con el fenómeno, pero no pretende explicarlo. Disfruta su resultado e intenta saber cuáles fueron las variables que ocasionaron la modificación, por ejemplo, le interesa establecer que el imán no atrae los plásticos y sí los metales; que puede mover con el imán los barcos de papel si les coloca un gancho metálico; y percibir que al echar sal al agua, el huevo flota, pero en general, no cuestiona por qué la sal hace flotar el huevo. 

Los hechos son inflexibles y es difícil, en este estadio de desarrollo cognoscitivo, pretender que el niño indague por las causas científicas de los fenómenos. Por el contrario, lograr que el párvulo capte el cambio del fenómeno, estableciendo variación en sus elementos, arroja un balance positivo en la formación integral, en cuanto se crean las bases estructurales para que él pueda formular preguntas causales. 

La vivencia experimental enriquece el lenguaje. En ella se incluyen el aprendizaje de los nombres de los elementos implicados: imán, metal, etc., y conceptos claves como flotación, magnetismo, peso, densidad, etc. 

Así como el infante inicia viendo un mundo indiferenciado para luego captarlo en su multiplicidad, así debe aprender a identificar y distinguir cada vez con mayor precisión los objetos presentes en su entorno. El pensamiento infantil egocéntrico debe descentralizarse, socializarse para luego interiorizarse, lo que no solo comporta el reconocimiento de la existencia del pensamiento de sus compañeros, sino también el reconocimiento de la objetividad del mundo que lo rodea. La física experimental contribuye efectivamente con esta serie de procesos. 

La justificación teórica de este programa de física experimental está basada en el legado de Piaget, cuando afirmó que “durante los estadios inferiores el niño aprende más por la acción que por el pensamiento; un material conveniente que sirva para alimentar la acción conduce más rápidamente al conocimiento que los mejores libros y que el mismo lenguaje” (Psicología y pedagogía, 1969 pág. 188). 

Veamos ahora algunos ejercicios prácticos con los cuales he tenido experiencias directas al trabajar con niños: 

1. Flotación 

Materiales: 
    - Un balde con agua. 
    - Una piedra. 
    - Un trozo de madera más grande y pesado que la piedra. 

Primero se pregunta a los niños si al echar la piedra en el balde con agua se hunde o flota. 

La pregunta se hace en forma aguda, jugando con las nociones de tamaño, material, peso, color y forma. Los niños en sus primeras etapas no están condicionados por el miedo al error, ni por el orgullo intelectual, así que casi siempre exponen su opinión sobre cualquier hecho, lo cual nos permite partir de esta espontaneidad para modificar y estimular su inteligencia. Un aspecto importante es que la contestación que da cada niño debe hacerse evidente, es decir, se hace énfasis en la respuesta. Los que dijeron que la piedra flotaba se hacen a un lado y los de opinión contraria en el opuesto, luego se desarrolla la experiencia, permitiendo que el niño contraste o confirme su pensamiento. 

En este experimento deben hacerse prácticas deductivas. Es decir, si le presentamos un lápiz, una cuchara metálica, etc., el niño debe deducir cuál flota y cuál se hunde. Seguidamente se hace el ejercicio y se verifican las respuestas. 

2. La importancia del oxigeno

Materiales: 
    - Un plato sopero. 
    - Una vela. 
    - Un vaso. 
    - Agua. 

Se coloca la vela pegada al plato y se prende, luego se pone un vaso boca abajo sobre la vela, como un sombrero, y la vela se apaga. 

Esa misma operación se hace pero echando agua en el plato. Se prende la vela y se coloca el vaso tipo sombrero hasta que se siente sobre el plato. Como resultado, se apaga la vela, y el agua que estaba en el plato se recoge subiendo su nivel hasta aproximadamente la mitad del vaso. 

Aquí el niño observa el hecho hasta descubrir el fenómeno: que la vela se apaga (ya lo aprendió) y que el agua sube el nivel dentro del vaso. 

Ahora se toma el mismo ejercicio pero sin prender la vela. ¿Qué pasa con el agua, sube o se retira del vaso? (Sabemos que el agua en esta situación se retira del fondo del vaso por presión del aire). 

Aquí se quiere que el niño inicie la capacidad de deducción, es decir, que basándose en una experiencia previa, vea resultados en nuevas situaciones. No importa que no sea acertada la respuesta, el objetivo es emprender una nueva forma de razonamiento. Por otra parte, estamos propiciando la diferenciación de resultados cuando se alteran las variables. No es lo mismo que la vela esté prendida o apagada, pues los efectos cambian. Los procesos de identificación y diferenciación, claves en el aprendizaje, deben promoverse, pues son una constante en toda actividad que conlleve adquisición de conocimiento. 

3. El huevo que flota 

Materiales: 
    - Vaso con agua (preferiblemente alto y no muy ancho). 
    - Huevo crudo. 
    - Sal. 

Este experimento fomenta la capacidad de observación y deja ver cómo los cambios cuantitativos en los fenómenos producen cambios substanciales en la relación establecida. 

Preguntamos a los niños: ¿si meto este huevo dentro del vaso con agua, flota o se hunde? 

Se procede luego a echar el huevo dentro del vaso. Este se hunde totalmente. 

Ahora bien, tomamos el mismo vaso con agua, agregamos sal en abundancia y esperamos hasta que se siente la sal en el fondo del vaso. 

Preguntamos nuevamente: ¿qué le echamos al agua? Sal. ¿Cuál es la diferencia con el anterior vaso con agua? Que este no tenía sal, y ahora sí. 

¿Qué pasa si introduzco el huevo en el vaso con agua salina? ¿Se hunde o flota? Se deja un buen espacio para las deliberaciones. 

Procedemos a meter el huevo dentro del vaso y este debe quedar flotando. 

La pregunta clave es: ¿por qué el huevo ahora sí flota y en el otro caso no? (Es importante tener en la mesa de trabajo dos vasos, uno con agua y el otro con sal). 

Se pregunta: ¿en el vaso de la derecha (que no tiene sal) se hunde o flota el huevo? (Los niños deben responder correctamente, si se han hecho bien las prácticas anteriores). ¿Qué pasa si echo el huevo dentro del vaso de la izquierda? (Deben responder correctamente). 

¿Por qué en uno flota y en el otro no? Que el niño identifique el elemento que transforma el fenómeno es suficiente. 

Los nuevos elementos, el aumento o disminución de los mismos, determinan la estructura de los fenómenos de la vida en general. 

4. Existencia del aire 

Materiales: 
    - Un vaso. 
    - Un pedazo de papel arrugado. 
    - Un balde con agua. 

Dentro del vaso se mete el pedazo de papel arrugado hasta el fondo. Luego se sumerge el vaso boca abajo dentro del balde con agua. 

Debe preguntarse a los niños, si al meter el vaso dentro del balde se moja el papel o no. 

Es necesario hacer prácticas contrarias (por ejemplo, metiendo el vaso dentro del balde boca arriba), mojándose el papel que está al interior, puesto que el conocimiento únicamente se estructura a través de una relación contradictoria o reversible. 

Con el vaso boca abajo, el papel no se moja por la existencia del aire, que como materia, así no se vea, ocupa un lugar entre el papel y el agua, impidiendo que el agua suba y moje el papel. El aire no se ve, pero existe, y esto se aprende; hay cosas que no se ven pero existen, por caso, el organismo microscópico. 

En el otro ejercicio, el vaso boca arriba, se moja el papel porque el agua entró en el vaso hasta llenarlo totalmente. ¿Por qué se mojó el papel? Porque entró el agua. ¿Por qué entró el agua? Porque el aire salió por la posición del vaso. 

5. Pasar un líquido de un recipiente a otro 

Materiales: 
    - Dos botellas (uno de ellos transparente). 
    - Una manguera plástica delgada. 

Se ubica la botella transparente en una parte alta con ¾ de agua. La otra botella permanece sin agua, y se coloca en la parte más baja (por ejemplo uno sobre la mesa y el otro sobre el piso). 

Se pregunta a los niños cómo hacer para pasar el agua de la botella que está arriba, y sin moverlo, a la botella de abajo. 

La manguera debe estar muy cerca, de tal manera que los niños puedan descubrir que se traspasa el agua con ella. 

Los siguientes paso consisten en cómo manipular la manguera para que fluya el agua. 

Deben participar todos los niños manipulando la manguera hasta que hagan el movimiento correctamente. 

El ejercicio consiste en soplar la manguera que está dentro de la botella con agua, y luego chupar, provocando el fluido del agua dentro de la botella que está en el área inferior. 

Se construye en este experimento la relación de medio y fin. Este es un ejercicio de desarrollo de la inteligencia propiamente, donde el niño a través del ensayo y el error, en busca de los medios apropiados, logra un fin. 

6. Los goteros submarinos 

Materiales: 
    - Una botella de plástico con tapa . 
    - Goteros. 
    - Una cuerda. 
    
Este extraordinario experimento tiene el atractivo de suponer que los goteros con los que se trabaja son unos submarinos y puede tener interesantes variantes: 

Se llena la botella plástica con agua. En él se introducen los goteros amarrados por la cuerda para hacer fácil su manipulación. 

Si se mete el gotero vacío, flota. Si lo cargamos con agua, se hunde. Primero se hace con un solo gotero que se hunde o sube y luego con dos goteros a la vez. 

Esta práctica debe hacerse hasta que el niño mediante la observación descubra la relación que hay entre el cargue y descargue de agua en el gotero. Es decir, que cuando al presionar la botella se carga de agua el gotero y por supuesto se hunde; por el contrario, cuando se descarga de agua, flota. 

Siguiendo la secuencia del experimento, echamos el gotero descargado de agua, que quedará a flote; luego cerramos la botella.

Enseguida hacemos presión con las manos la botella y observamos que el gotero se hunde en la medida en que se carga de agua. 

El niño debe descubrir la relación que se produce entre la presión que se hace sobre la botella con las manos y la cargada de agua en el gotero, como la causa de hundimiento. 

Como ampliación de la experiencia, seguimos todas las anteriores indicaciones con la diferencia que el gotero se carga con agua y queda hundido dentro de la  botella. Ahora hacemos presión sobre la botella, haciendo que el gotero se descargue del agua y rápidamente flote. Al soltar de nuevo, se carga el gotero y este se hunde. Estas relaciones, esta combinación de elementos, debe descubrirlas el niño a través del ejercicio de la observación. 

Si queremos que el experimento sea más complejo, echamos a la botella dos goteros dentro del agua: uno descargado de agua, que flota; el otro ligeramente cargado de agua, que se hunde. Tapamos en la misma forma la botella y ejercemos presión sobre ella. 

Este juego de presiones hace que los goteros se desplacen en movimiento contrario al que están. 

El experimento es una combinación de los que se han hecho en forma simple. El niño debe descubrir casi instantáneamente, la relación que hay entre las presiones ejercidas, el movimiento de los goteros, que suben y bajan contrariamente, y el vínculo con el cargue y descargue de agua. 

Se presenta una relación de elementos que producen efectos contrarios, y que son interdependientes del movimiento ejercido. 

7. El imán 

Materiales: 
    - Dos tenedores, uno metálico y otro de plástico. 
    - Un lápiz de madera. 
    - Un clip. 
    - Una tiza. 
    - Tijeras. 
    - Una puntilla. 
    - Una regla. 
    - Un imán. 

Esta es una gran experiencia para el niño porque tiene rasgos mágicos, que lo aproximan a una de las fuerzas físicas del universo más importantes: el magnetismo. Aquí se desarrollarán los métodos de conocimiento inductivo, deductivo y la formación del silogismo. 

Colocamos los objetos sobre una mesa. En absoluto silencio, muy lentamente se pasa el imán por encima de todos los objetos, de lado a lado. Esto se hace varias veces. (Por supuesto que los metálicos se unen al imán y los no metálicos no). Después de hacer varias veces esta práctica, se pregunta a los niños qué observan. 

Es importante que antes de este experimento, se comente sobre el material de que está compuesto cada uno de los objetos: el lápiz de madera, el tenedor de plástico, etc. 

Después de la práctica del experimento, se pregunta si alguien conoce el nombre del objeto que atrae, y si nadie sabe debe enseñarse y que quede aprendido. Pero ¿qué hace este imán? Se pregunta hasta que digan lo que sucede. Un niño me dijo que el imán cogía las cosas. Esta respuesta está bien, seguidamente se corrige y se enseña la palabra apropiada, que es atraer. 

El imán atrae los objetos. 

Ahora bien, pero ¿atrae todos los objetos? 

Se arma nuevamente la mesa con los mismos objetos y se pasa el imán sobre ellos. 

Aquí es muy valioso retomar lo aprendido. No olvidemos que estamos formando estructuras cognoscitivas y lenguaje, y que todo nuevo aprendizaje tiene como base lo que ha sido bien aprendido. 

En esta sección el niño debe descubrir que no todos los objetos son atraídos por el imán, únicamente los metálicos. 

Esta relación es importante porque provoca el comienzo de la diferenciación e identificación. Es decir, que para el niño ya no es lo mismo un tenedor de plástico que uno metálico. Y que el lápiz es de madera y que esa es la razón por la cual no es atraído por el imán. El mundo no está compuesto por objetos iguales, todos difieren. 

Excelente oportunidad para iniciarlos en las categorías de todo y parte, inclusión y, en general, en el proceso de formación del silogismo. 

¿Todos los objetos son atraídos por el imán? No, algunos. ¿Cuáles? Los de metal. 

Una vez interiorizados los hechos precedentes, se trata ahora de iniciar al niño en el pensamiento deductivo. 

¿Cómo hacerlo? Hasta el momento el pequeño ha presenciado fenómenos inmediatos, absolutamente prácticos, ahora debe representarse un suceso mentalmente: sin manipulaciones ni práctica directa. ¿Qué sucedería si coloco una cuchara que es metálica y le paso por encima un imán? (Por supuesto, este elemento debe ser nuevo dentro de la práctica). 

O ¿qué sucede si esa cuchara es de madera? Por deducción el niño debe dar la respuesta correcta. 

Es por esta razón que el pequeño debe aprender bien los ejercicios anteriores, y es la condición básica para formar la estructura cognitiva de la deducción. 

Valga la oportunidad para señalar que una de las causas del problema del aprendizaje infantil, es la existencia de lagunas o hechos mal aprendidos, que son vitales para el conocimiento de los nuevos acontecimientos. Poco se comprende que el conocimiento es una relación de hechos que se encadenan y que el anterior es base del siguiente. Si es insuficiente el anterior, el siguiente será deficiente. 

8. El sapo saltarín 

Materiales: 
    - Un gancho o clip. 
    - Hilo. 
    - Elemento con peso. 

Otro ejercicio experimental y ciertamente lúdico. Tomamos el gancho o clip, lo amarramos con un pedazo de hilo al elemento con peso. Por ejemplo, a un lápiz. Se trata aquí de hacer el sapo saltarín. Se acerca el imán al clip y este salta en dirección del imán sin pegarse. Hay que lograr que el hilo se temple y el gancho no toque el imán, y permanezca en esa dirección. 

Es importante resaltar al infante que la fuerza de atracción del imán no se ve, es invisible. 

9. El alfiler bailarín 

Materiales: 
    - Un imán. 
    - Elementos metálicos de viruta o polvo metálico. 
    - Alfileres. 
    - Una hoja de papel. 

Se muestra cómo el imán arrastra elementos metálicos de viruta y alfileres. 

El imán se coloca por debajo de la hoja y encima se ponen residuos de metal. Estos se van corriendo en dirección a la que se mueve el imán. Se desplazan y se agrupan. Cada niño debe hacer la práctica. 

El alfiler, por su peso en la cabeza, cuando es atraído por el imán, se pone cabeza contra el papel, y la punta hacia arriba. Se puede hacer cantar una melodía a los niños y simultáneamente hacer el juego con el alfiler. Los niños se divierten mucho. 

Aquí puede aprovecharse el espacio para mostrar cómo los polos opuestos se atraen y cómo dos iguales se repelen. Esto se hace enfrentando las caras de dos imanes. Este ejercicio es muy importante, puesto que los  elementos contrarios, son fundamento del movimiento en general. En la vida, el hombre y la mujer; en los animales, la hembra y el macho, pueden procrear. En la electricidad, únicamente una relación positiva y negativa, puede producir luz. La fuerza de gravedad no consiste únicamente en atracción, pues se chocaría el universo, requiere la repulsión. 

La teoría del Big Bang es un buen ejemplo. 

10. Los barcos de papel 

Materiales: 
    - Una tina más o menos grande que sea de vidrio o acrílico. 
    - Dos o tres barcos de papel. 
    - Un clip metálico. 

A los barcos de papel les pegamos un clip metálico en la parte delantera. 

El ejercicio consiste en que el niño descubra cómo hacer mover en forma dirigida los barcos, con el imán que se coloca por debajo de la tina. El niño debe deducir que el papel no es atraído por el imán, entonces el barco no se mueve; y debe descubrir que falta algo metálico pegado al barco de papel, como por ejemplo el clip, y así lo puede maniobrar y guiar desde abajo. 

El otro punto consiste en enseñar que el agua deja pasar la fuerza de atracción del imán. Este ejercicio recrea la imaginación abriendo posibilidades para sus juegos y experimentos que harán posteriormente y por su propia iniciativa. 

11. De pesca 

Materiales: 
    - Un pedazo de vara para la caña de pescar. 
    - Un hilo. 
    - Dos clips. 
    - Pescados de papel. 

Echamos los pescados en el agua, el niño debe advertir que estos no bastan, es necesario colocarles un gancho en la boca. 

Se meten en el agua y tomamos la caña de pescar, que consta de una pequeña vara, un pedazo de hilo y en la punta amarrado, un imán pequeño. 

Ahora cada niño tratará de “pescar”, esto es, intentará que cada uno de los peces quede unido al imán. 

12. El peine que atrae 

Materiales: 
    - Un peine corriente. 
    - Varios pedazos de papel pequeños previamente recortados. 

El peine se frota sobre el pelo de la cabeza, varias veces, luego se coloca muy cerca a los pedazos de papel, observando que son atraídos por el peine. Después de los ejercicios con el imán, es posible enseñar a los niños este fenómeno. 

13. Encendido de un bombillo con pilas 

Materiales: 
    - Una pila mediana. 
    - Dos pedazos de cable forrados. 
    - Un bombillo pequeño. 
    - Un par de pedazos de esparadrapo. 

Entramos en el área de la energía eléctrica. 

Se unen los cables a la pila y al bombillo, este se prende; se hace varias veces el ejercicio, haciendo la observación de que se coloca un cable en el lado positivo y el otro en el negativo y entonces se hace contacto con el bombillo produciendo luz. 

Luego se puede tomar cualquier objeto, como por ejemplo un pedazo de madera, y se hace contacto con los cables y el bombillo, sin producir luz. 

La idea es enseñar al niño que solo la pila cargada con energía, provoca la luz en el bombillo. El concepto de pila, consiste en transmitirle que está cargada con electricidad y que esta al conducirla por cables el bombillo se prende. 

Se inicia así al niño en el conocimiento de la electricidad a través de la pila. 

14. Los polos positivos y negativos y los conductores 

Materiales: 
    - Los mismos del ejercicio anterior. 

Se trata ahora de relacionar los polos positivos y negativos como dos fuerzas contrarias y al mismo tiempo complementarias en la producción de la luz. Al colocar los dos cables sobre el mismo polo, debe hacerse notar que no se prende el bombillo, pero al unir polos diferentes sí. El niño debe advertir que los cables están colocados en polos opuestos, por esta razón se recomienda realizar el ejercicio con cables de diferente color. 

Si en vez de colocar los cables utilizamos un hilo o un pedazo de caucho, observamos que no prende el bombillo, es decir, que no hay electricidad. Si nuevamente hacemos contacto con los cables y prende el bombillo, quiere decir que la electricidad pasa por los cables. Se pretende con este ejemplo ilustrar el concepto de la conductividad eléctrica. 

Este experimento puede realizarse hasta que el niño identifique los materiales conductores y no conductores de electricidad. 

15. El movimiento eléctrico 

Materiales: 
    - Un pequeño motor de carros de pila. 
    - Una pila grande. 
    - Dos pedazos de cable. 
    - Un palo pequeño de madera. 

El pequeño motor se desarma y nuevamente se arma. Cuando está armado, en el piñón de movimiento, se coloca el palo y luego se procede a hacer los contactos de los cables con la pila y el motor. El movimiento del motor se observa claramente con el palo que funciona como una hélice. 

Se quiere inducir en el niño el descubrimiento del movimiento mecánico producido por la energía. Al desarmarse el motor, se hace notar que tiene como elementos la electricidad y el imán, que son la base de la fuerza electromagnética.

Eduardo Salazar Varon.

edusalazar56@gmail.com



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