jueves, 26 de febrero de 2015

Particularidades de la lectoescritura

La edad preescolar es la apropiada para aprender a leer y a escribir, pues el sistema nervioso se encuentra en el punto de mayor plasticidad cognitiva. Estas habilidades comunicativas no se aprenden espontáneamente, son el resultado de un trabajo conjunto entre el educando y el mediador. Es una zona de desarrollo próximo para el preescolar. 


El programa de lectoescritura busca, primero, el dominio escrito de las vocales y siete consonantes: m, l, p, s, t, n y d. Una vez interiorizadas, el párvulo está en la posibilidad real de construir conscientemente sus primeras nociones, apoyándose en su capacidad de relacionar. La combinación de estos signos lo puede llevar a construir decenas de palabras. Basta con enseñar a armar un rompecabezas de pocas piezas para que emprenda el aprendizaje de rompecabezas más complejos. 

Convertir el trazo en letra es el primer paso técnico (para esta formación diseñé varias cartillas ); luego vendrá lo esencial: “aprender el lenguaje escrito”: a expresar pensamientos y sentimientos, como lo enseñó Vygotsky. 

Queda atrás la sentencia según la cual la “letra con sangre entra”. Se aprende a escribir practicando y pensando, pensando y practicando. La escritura es una habilidad intencional y consciente. Hoy se tiene en cuenta el aprestamiento, la edad cronológica y por supuesto, sus posibilidades potenciales de desarrollo, para la enseñanza-aprendizaje de la lectoescritura. La escritura es un acto racional. 

De manera espontánea, el ser humano “lee” cuando entra en contacto con los hechos de la naturaleza y la sociedad, dándoles múltiples significados. La lectura no es ajena al ser humano, es una forma básica de su inteligencia. 

Leer signos escritos es tan solo una de las muchas formas de lectura, como cuando el zoólogo 

       […] lee las huellas de los animales en el bosque; cuando el jugador de cartas lee los gestos de sus compañeros antes de arrojar sobre la mesa el naipe victorioso; cuando el padre que lee el rostro del bebé buscando señales de alegría, miedo o asombro; el adivino chino que lee las antiguas marcas en el caparazón de una tortuga; el psiquiatra que ayuda a los pacientes a leer sus propios sueños desconcertantes; todos ellos comparten con los lectores de libros la habilidad de descifrar y traducir signos (Manguel, 1999, p. 19). 

El juego simbólico prepara al pequeño para la escritura, cuando a un objeto determinado, en el juego, le cambia su significado: un palo de escoba, por ejemplo, se transforma en un corcel, una pequeña caja en un carro… también con el ejercicio del dibujo. Esto lo acerca a la lectura de signos. Escribir y leer están dentro de nuestras capacidades potenciales naturales . 

La escritura crea las “vasijas” que guardan ideas y sueños a lo largo del camino de la historia humana. Las ideas se cristalizan. Podemos volver una y otra vez a discernirlas –cosa que, mediando el tiempo, se hace difícil con los hechos percibidos–, retornar a la fuente cuantas veces queramos para ahondar  sobre ellas, encontrando cada vez ideas nuevas, o asociaciones diferentes, porque un texto también nos deja ver nuestros cambios cognitivos y emocionales. 

Los hechos relatados en forma escrita requieren de mayor reflexión, orden y profundidad. La escritura decanta y evalúa, ampliando la mirada y estableciendo a veces grandes diferencias con los hechos narrados verbalmente. Cuando escribimos, hacemos tangible el pensamiento, le damos cuerpo material, modelamos y podemos volver muchas veces sobre él. 

La lectura y la escritura hacen posible la construcción del pensamiento formal. Implican abstraer, reflexionar y reconocer la realidad que se oculta tras un sinnúmero de garabatos que se amontonan formando palabras, frases y párrafos para organizar una idea o un discurso. El proceso lector potencializa una gran cantidad de procesos de pensamiento: en el trabajo intelectual, emocional y físico que se despliega; en la sensibilización y desarrollo de la conciencia. 

La escritura, como la metamorfosis biológica, transforma la experiencia histórica en una práctica presente, viva y perdurable, fuente de aprendizaje y punto de partida para las nuevas generaciones. 

El hombre aprende de sus ancestros y de sí mismo a través de lo escrito. Esta es la memoria colectiva que ha logrado salvar algunos de los textos de sus personalidades más prominentes, como materia prima para el plan de evolución del planeta, como elixir para el alma humana, que recuerda así la clave para traspasar el túnel de un lapso oscuro hacia la claridad. 

La experiencia humana es acumulativa, puede ser reconstruida y reutilizada por el individuo gracias al poder de la escritura, que la lleva a niveles de abstracción y generalización. De esta manera el sujeto avanza enriqueciendo su vida: experimenta y reflexiona, y nuevamente en un nivel superior reflexiona y experimenta. En esto consiste el crecimiento de la inteligencia derivada del proceso dialéctico de pensar lo vivido, evitando repetir los errores. Un hecho tan sencillo como el manual de instrucción para armar un mueble, ilustra cómo una experiencia puede ser transmitida a otra persona a través de la escritura. Generalizando, todo libro le sirve al lector, como instructivo para la vida. 

Para terminar, recordemos las palabras de Gardner: el primer objetivo cognitivo de la escuela es formar las habilidades básicas, “el dominio de la lectura, la escritura y las matemáticas” (Gardner, 2013, p. 110). 


Eduardo Salazar Varón 
edusalazar56@gmail.co 




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