miércoles, 27 de mayo de 2015

Escritura, lenguaje escrito y palabras

Escritura y lenguaje escrito
Escribir y leer no son desempeños simples, son asuntos complejos. Varios milenios necesitó la humanidad para inventar el lenguaje escrito,¡y el niño lo aprende en apenas seis años!
La cultura humana se inicia con la aparición de la escritura  y el signo se convierte en su instrumento fundamental. El signo es históricamente un logro cognitivo, hace posible expresar por escrito pensamientos y sentimientos; pero a diferencia del lenguaje verbal, el escrito los hace duraderos en el tiempo.

Tanto el lenguaje verbal como el escrito  le permiten al niño explicar sus acciones, reconstruir el pasado y anticipar acciones futuras. La gran diferencia entre estos dos lenguajes es que el escrito opera a un nivel más alto de abstracción y complejidad que el lenguaje verbal.

 En la escuela se trata no solo de enseñarle al niño la escritura, sino también de capacitarlo en el lenguaje escrito, dos asuntos diferentes.

Vigotsky,  en polémica con el método Montessori, concluye que no es suficiente transmitirle al niño  el mecanismo de la lectura y la escritura , sino que además , se debe entrenarlo para que exprese por escrito su pensamiento y lo utilice como un instrumento de la razón . De esta manera sentencia que es preciso enseñarle  al párvulo el lenguaje escrito y no solo a escribir las letras y las palabras. 

La labor del maestro se debe extender al ámbito de la reflexión, enseñándole al párvulo a operar con las nociones que hasta el momento conoce, adquiridas en su entorno social y educativo. 


Las palabras y sus propiedades
El lenguaje es la función primaria del ser humano; la palabra, "la célula fundamental del pensamiento", al decir de Vigotski. Tres son las propiedades más importantes de la palabra:  designar, analizar y generalizar.

Estas tres propiedades de la palabra se dan simultáneamente y solo para su estudio se separan.

Propiedad designativa. La palabra tiene la función de representar  un objeto o una acción, de sustituir un objeto real por un nombre. Por ejemplo, las palabras: carro, vaca, casa, -términos muy empleados en los primeros niveles de la educación preescolar-, remplazan los objetos reales. 

Propiedad analítica. La palabra  no solo remplaza al objeto, también  lo analiza. Esta función consiste  en destacar  alguna de las características del objeto, por ejemplo:  cuando digo mesa o reloj, destaco cualidades  que hacen diferentes  a estos  objetos.  Denominamos mesa a una superficie en la que se puede escribir , almorzar, trabajar, etc. Esta característica  debe estar siempre  presente en el objeto designado  por la palabra mesa; la palabra reloj, señala un objeto  que   tiene como función medir  el tiempo. Si el objeto no tiene  como función medir el tiempo, no es un reloj.

Propiedad generalizadora. Si mediante el análisis se individualizan los objetos, la generalización incluye otros objetos que tienen las mismas cualidades. Por ejemplo, si digo  mesa, incluyo una variedad de mesas, como mesa de noche, mesa de comedor , mesa de escribir; si me refiero al objeto reloj,  incluyo en este concepto a otras clases de reloj: de mesa, de pulsera, de pared, de agua, etc. Otro ejemplo más complejo nos aclara esta función: mesa, silla y cama, los podríamos agrupar dentro de un concepto más amplio: muebles. 

Designar, abstraer y generalizar, son las “operaciones fundamentales del pensamiento”, según Luria. Son puntos de partida para construir otras operaciones, como identificar, diferenciar, comparar, clasificar y seriar. Un buen instrumento para ejercitar todas estas operaciones mentales, es el juego de bloques lógicos de Z.P. Dienes. Recomendamos tener en la institución este material didáctico.


El lenguaje como instrumento del pensamiento
Gracias a las propiedades de la palabra el niño puede operar mentalmente por fuera del mundo real, en ausencia de los objetos y acciones. 

Se trata de que el niño utilice las palabras como un instrumento del conocimiento de la realidad, y establezca las múltiples conexiones que existen entre los objetos  y los fenomenos  de la vida. El mundo del niño ya no se limita al mundo de las percepciones, sino que abarca también el de las generalizaciones. 

El lenguaje es portador de las operaciones lógicas más importantes que hacen posible desarrollar el pensamiento del niño: designar, abstraer y generalizar. Pero esto no significa que por el simple manejo del lenguaje el niño  interiorice automáticamente dichas operaciones. El maestro debe  dirigir las diferentes acciones prácticas para enseñarle al párvulo a utilizarlas. Como afirma Piaget,  estas estructuras no se trasmiten  “por vía exclusivamente lingüística”.  El niño aprende espontáneamente el lenguaje verbal imitando al adulto, pero la utilización del lenguaje como instrumento del pensamiento, lo aprende a través de la mediación del docente. 


Eduardo Salazar Varón

edusalazar56@gmail.com













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